V
- Lily Asmar

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Amadores desdichados,
Que seguís milicia tal,
Decidme, ¿qué buena guía
Podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz,
Amor tirano,
Déjame en paz.
Luis de Góngora, “Ciego que apuntas y atinas”
Esa mañana salió al sol frío de agosto. Parecía una mañana cualquiera. Había que cruzar el jardín de los naranjos como tantas veces. Se le hacía tarde para llegar a la escuela. Un aletear, como soplido, le besó el cuello. Rápido volteó sobre su hombro derecho y pudo verlo, pero ya era tarde.

“Primavera”, Sandro Botticelli / Detalle / De la primavera de Botticelli – Sala Arte (online)
Le impactó notar que era tan pequeño y tan grande. Divertido, se escondió entre los árboles. Él podía irse, pero decidió quedarse; quiso ser testigo del encuentro. Ella, por un segundo pensó en buscarlo para verlo nuevamente, pero la distrajo una pequeña mancha roja en el brazo y la voz de su amigo esperándola para caminar juntos.
Abrió la puerta, las hespérides se asomaron desde atrás para observar el milagro. Se conocían de siempre pero hoy se vieron por primera vez. Sintió que una ola de calor la inundaba desde el brazo, ¿por qué nunca lo había visto como lo veía ahora? Brillo, canto, esos tonos en rojo; y esa voz ciega que le explica: “a veces esto pasa, esto que ahora está pasando contigo”.
Antes de cerrar la puerta pensó en el niño armado, irresponsable; que convirtió su jardín de manzanas del secreto de la inmortalidad, en aquel que explora "lo que llaman amor” en medio de una masacre de medias naranjas.
Zaira, 7 de mayo 1943
© BAGG del poemario Versos para la niña






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