Aprendiendo a vivir
- Lily Asmar
- Jan 11
- 2 min read
(Mi lengua materna: Naira, el lenguaje del amor)
Para Lilo
Hay una edad en la que empezamos a guardar recuerdos. Es un tiempo de asombro de descubrimientos. Guardar aquello que nos interpela por nuevo por desconocido, sin saber muy bien sin ejercer demás el juicio. Pasar por este tiempo vulnerable nos deja en la necesidad de apoyarnos en nuestros pares, de encontrar en alguien, apenas un poco mayor que nosotros, esa reacción que nos gustaría tener cuando estemos frente a ese evento que todavía no hemos vivido.
Fue en esta etapa en la que me acerqué a Lilo. Ella, en ese entonces, era un poco tímida y de gesto suave. Amablemente, jugaba conmigo, tenía paciencia, escuchaba mis iniciativas con respeto. Había una soledad que nos invitaba a estar juntas, de alguna manera nos apoyábamos en esto.

"Christmas Goodies at the Sweet Shop" / Susan Wheele Art (online)
Recuerdo en especial, nuestra pastelería de papel. Preparamos, con esmero, todos nuestros gustos: alfajores de maicena, empanadas de queso, galletas de azúcar, pastel de chirimoya con crema, queque de zanahoria, torta de vainilla. Acompañaban nuestros manjares: el té por costumbre y el café por tradición.
Lilo creció y por un buen tiempo, como es natural en la adolescencia, se alejó de los juegos que nos reunían, pero sin desaparecer del todo. Guardábamos respetuosa distancia; entonces, si bien no salíamos con ella, nos dejaba participar de todo el rito de preparación para estos eventos. En medio de su música, de la ropa regada, de las historias nuevas compartidas, seguimos creciendo lado a lado en su habitación.
La vida y su costumbre de diseñar caminos paralelos, estrechó los lazos más adelante a través de la aventura de la maternidad compartida. Los pasteles de la infancia se hicieron reales y el juego amplió su espectro exponencialmente. Tuve la suerte de enseñar un poco de piano a mi primera sobrina y años después disfruté a su segunda hija como mía por encontrar en ella una versión, unos meses más grande, de mi hermosa hija Naira.
Ahora que vivo Aquí y Lilo en la Luna seguimos en contacto. Conocer a quien me sabe desde siempre, manteniendo un cariño de niñas que es más fuerte que los más grandes desencuentros, es una gran fortuna. A veces, el tiempo ejerce esas magias parciales y de pronto, cuando se da el reencuentro, aparece un tiempo sin tiempo en un instante detenido para siempre en el que Lilo es la de entonces, la de hoy, y ojalá por mucho más… la de mañana.
© BAGG
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