Crónica de mis días contigo

(Mi lengua materna: Naira, el lenguaje del amor)

Mami Lily (Foto del archivo familiar)

Para mi papi Gui

No olvidaré el día en el que me enseñaste el olor del arroz tostado. ¿Lo recuerdas?

A la luz de las diez de la mañana tomamos la medida, porque en tu casa todo se hace de una cierta manera; y dejamos que las tonalidades del aceite al fuego nos dejen saber el momento exacto para poner el arroz.

El grano largo fue dorándose lentamente y entonces me dijiste, con esa voz que tu acostumbrabas a utilizar para decir las cosas importantes: “el olor del arroz es como una fiesta”.

Tienes razón, ahora siempre que decido hacer arroz siento la secreta alegría de recibir a los nuestros.

Mientras mi mamá “se peinaba” los periódicos, la Tere terminaba la comida al son de aquello que el abuelo estuviera silbando, y el sol del medio día nos miraba como si las cosas y las casas no fueran a mudar nunca. ¿Recuerdas cómo llegaba mi papi y preparaba el cocktail de rigor? Dos de jugo de tumbo, por uno de Singani, hielo, un poco de soda y azúcar al gusto. Aunque, ahora que lo pienso contigo… quien sabe qué más le pone porque nunca me sale como a él. Tú sabes, mi papi tiene sus secretos.

Y luego la tarde contigo.

Jugábamos cartas, pero lo que más te gustaba era el cacho. Tú me ensañaste todas las movidas y todos los trucos (si mal no recuerdo… ese fue el último juego que jugamos juntas). Y después había que ver tele contigo, en tu cama, con tus almohadas, tu colcha, pero, eso sí, con el control remoto del abuelo.

¿Te acuerdas?

Yo lo recuerdo todo.

Te veo en los gestos de mi padre, en la compostura del tío Eduardo, en la mirada del Dito, en la elegancia de la Pupy, en las sonrisas que Naira deja llover como flores, y en todos los granos de arroz.

© BAGG