IV
- Lily Asmar
- Feb 7
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Aquella tarde estaba pensando que todo correspondía al orden matemático de las cosas. Los números tenían una razón de ser.
Había nacido el mes 8 que se parece tanto al infinito y que para ella no era más que la suma de 3 y 5. Como 3 es claramente la mitad de 8, tenía perfecto sentido. En aquel entonces todavía estaba esperando que 5 cobrara importancia y esto pasaría en efecto en el mes 7 de un futuro, que cuando pensaba en todo esto, no alcanzaba a ver. En efecto, otra niña, la que vendría a ser sus “ojos de futuro”, considera 7 como su número perfecto e infinito.
También era normal que fuera hija única y que en su familia siempre fueran 3. No podía ser una casualidad que tuviera 3 pares de madres y padres. ¡Claro! 6 no era más que 3 más 3.
Le parecía increíble que el último número del año de nacimiento de su padre fuera 3 y el de su madre 6. También le parecía sorprendente que sus padres se hubieran casado un 28, cuyo significado no podía ser otro que: somos dos, pero en 8; que, como se explicó, es el doble de 3.
La música confirmaba su entendimiento matemático. Le encantaban los tresillos y de las triadas mayores y menores el 3 le parecía indispensable. Pensaba: ¿quién quiere una segunda o una cuarta?
Su figura favorita: el triángulo; su juego: piedra, papel o tijera; su movilidad: el triciclo; su área de experto: 3 en raya.
Todo estaba numéricamente justificado
hasta que empezaron a calificar sus tareas,
y después el catastrófico examen.
¿Cómo explicar
su entendimiento
matemático del mundo?
Hoy, tan lejos,
todavía pienso en ella, en sus números y
...
ya casi es marzo…
Zaira, 10 de octubre 1917
© BAGG del poemario Versos para la niña

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